martes, 24 de mayo de 2011

Puede que tengas los ojos abiertos




Pero no estás despierta.

Te sientas al borde de la cama  con los ojos abiertos como platos. Permaneces así unos minutos. Como un autómata te levantas y comienzas a caminar despacito, como si, a pesar de todo,a pesar de no estar consciente, tuvieras miedo de tropezar con algo, de lástimarte.

Los mismos pequeños pasitos que probablemente daría un ciego que no conoce los rincones de tu casa.

Con los ojos abiertos vas pasando la mano por la pared con suavidad. En algunos momentos las dos manos. Lentamente. Con la carne de gallina. Tus ojos parecen todavía más grandes de lo que son  y tu expresión es la de un niño asustado. Respiras al principio con dificultad. Cada vez con menos.

Giras la llave. Abres la puerta y sales. Te paras un momento

Un tirante de tu camisón blanco que te llega justo hasta las rodillas cae por tu brazo. Lo subes y lo colocas en su sitio. Tienes los pies descalzos. Has dejado la puerta abierta.

Comienzas a bajar escaleras poquito a poco, con un intenso miedo, tu mano se va apoyando con suavidad en el pasamanos. Prácticamente a oscuras.

Estás delante de una puerta. Tu mano se queda unos instantes en el aire. Llamas una sola vez al timbre.

- ¡¿Qué pasó?! ¡me has dado un susto de muerte!...

Miras al suelo.

- Hey!...Dios mío estás helada. Pero qué...?

Levantas la vista.

Tu mano en mi barbilla. Tus ojos frente a los míos. Sonríes.

- No estás despierta...

Me abrazas con suavidad. Me acurruco como un niño. Cierro los ojos. Son las tres de la mañana.



; )

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